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Un filtro de ilusión.

  • Felix Plaza. Trendy Room Editor.
  • 5 may 2015
  • 3 Min. de lectura

LA FOTOGRAFÍA DE ALVIN LANGDON COBURN

Hoy no es un día cualquiera, es de esos días en los que todo está impregnado con un color especial, aunque pasee por las mismas avenidas que todos los días y repita los hábitos que de costumbre, hoy lo veo todo con un filtro diferente. Vislumbro detalles en los edificios modernistas que hasta el momento se habían escapado a mi vista, me fijo en gestos de la gente que normalmente no percibo y respiro un aire más nítido que el de ayer ¡Será el efecto primavera!

Esta frescura me ha recordado a uno de los grandes genios de la fotografía de principios de siglo XX, Alvin Langdon Coburn. En cierta forma, él sabía inmortalizar con su cámara esta sensación de hipersensibilidad ante la belleza que hoy he sentido yo. De los actos cotidianos más insulsos creaba las escenas más idílicas ante el objetivo de su cámara. Los recovecos que pasan desapercibidos ante nuestros ojos él los convertía en los escenarios más bucólicos, los transeúntes anónimos eran elevados a actores de primera fila y las sensaciones más absurdas ante nuestra monotonía se despertaban en un intenso cosquilleo cual enamorado quinceañero. En líneas básicas éste era el arte y el secreto de Coburn.

En sus escenas neoyorquinas observamos la cara oculta de una ciudad cargada de vidas paralelas, alegre, vivaz e insaciable, las perspectivas del Flatiron Building sugerían diferentes caminos ante una ciudad variopinta y diversificada; sus fotografías londinenses te transportan a la era industrial, el surgimiento de la "deshumanización humanizada", vidas anónimas ocultas tras las cúpulas de Sant Paul o desnitizadas por las cortinas de humo de Fabrik. Las secuencias parisinas y venecianas recalcan el encanto de la tradición mezclada con la vanguardia. Y sus experimentos visionarios, fruto del desenfoque o la experimentación, evidencian las primeras ilustraciones de diseño gráfico.

A pesar del papel fundamental que Alvin Langdon Coburn (Boston, 1882 – Gales, 1966) ha desempeñado en la génesis de la fotografía vanguardista en cuanto a composición, iluminación y medio técnico, nos quedamos con su instinto urbano y su sensibilidad artística como el principal motor de su magistral carrera.

La vinculación de Coburn con el mundo de la vanguardia artística londinense posibilitó su participación en el influyente movimiento vorticista británico. Este movimiento estaba caracterizado por el arte geométrico y semiabstracto, comparado con el cubismo, el futurismo y el expresionismo.

A finales de 1916, Coburn diseña el vortoscopio. Éste constaba de tres espejos rectangulares unidos que forman un triángulo parecido a un caleidoscopio. El resultado fueron fotografías abstractas e incomprensibles para la época pero transguesivas y muy valoradas en la actualidad.

La habilidad de Alvin para captar la personalidad, lo que nadie ve, de los retratados y de los espacios se basaba en ahondar en su carácter íntimo, unido a la interacción entre lo intelectual, lo estético, lo espiritual y lo místico. Su trato humano hacía que muy pocos de los rostros más conocidos de la época se negaran a ser fotografiados. En 1904 retrata para la revista Metropolitan Magazine a destacadas personalidades del pensamiento y la creación del siglo XX, como los artistas Auguste Rodin y Henri Matisse, el fotógrafo Alfred Stieglitz o los escritores Mark Twain y Henri James.

Alvin Langdon Coburn animaba lo férreo y revivía lo inerte, el sabía poner la pincelada de color en lo común y extraer la belleza más exclusiva de la fealdad de lo cotidiano.

Felix Plaza.

Trendy Room Editor.

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